A modo de post data

Sea gracias a Disney, a los Hermanos Grimm o a los cuentos de la abuela, desde pequeñas se nos mete en el cráneo la idea del príncipe azul. Ese guapo, valiente y temerario héroe que en su brioso corcel blanco llegaría a rescatarnos de las garras del dragón o nos despertaría de nuestro embrujo con un tierno beso al atardecer.(amenizado claro, por el cantar de los pajaritos y con conejitos corriendo por doquier) Patrañas. Sobre todo cuando la verdadera historia ( léase estilo Primer Plano) es bastante menos romántica y harto más patética. En mi labor de servicio social, dejo a ustedes, señoritas lectoras, la cruda realidad para que a la hora de elegir, los descarten de inmediato; Y a ustedes, intrépidos lectores varones, las razones por las cuales presentarse como el príncipe azul es equivalente a ir por lana y salir trasquilado. Todo se remonta a la época medieval. Estamos en el reino Franco, el que fue dirigido a duras penas por la dinastía Merovingia entre los siglos V y VIII